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lunes, 27 de noviembre de 2023

El amigo de mi esposo cambio mi vida

 

Con los años mi matrimonio se volvió bastante monótono, la rutina de cada día con el trabajo de ambos, la educación de nuestro hijo, con todo el tiempo que resta para estar a solas, añadiendo los problemas económicos, todo este conjunto de cosas, hacen que el sexo pase a un segundo plano, la falta de alicientes nos llevó a no tener apenas relaciones íntimas y cuando las teníamos, eran a modo de desahogo, sin el morbo necesario, sin la excitación previa, es como una necesidad fisiológica. Al punto de estar completamente vestida en la cama, bajarme las bragas hasta los tobillos, abrirme de piernas y dejar que descarguen la leche en mi interior, en la mayoría de las veces, sin alcanzar ningún orgasmo. Es como los animales, dejarme montar y punto.

A pesar de todo éramos una pareja muy compenetrada, nos movía los mismos gustos e inquietudes.

Todo empezó a cambiar a raíz de la llegada a nuestras vidas de José, un buen amigo de mi marido de cuando eran jóvenes, inseparables en todas sus aventuras, luego cada uno cogió su camino y no se volvieron a ver.

José tuvo un matrimonio problemático con una esposa que sufría unos celos enfermizos que lo apartó de la vida social con sus amigos, apenas salían de su casa y cuando lo hacían, tenía que aguantar el mal humor de su esposa.

Ni siquiera le tenía permitido ir con los amigos a ver el fútbol, y menos quedarse a tomar unas cervezas después del trabajo.

A pesar de sus 40 años, José tenía la suerte de tener un buen cuerpo debido a una genética envidiable, así como al cuidado en su alimentación.

Cuando el matrimonio explotó, fue la mujer la que cogió las maletas y lo abandonó al no poder aguantar más la desconfianza por su marido.

Un buen día, paseando por el centro comercial, nos topamos de cara con él, a mi marido le dio mucha alegría, se abrazaron efusivamente, se le veía triste, no supo que contestar cuando mi marido le preguntó, ¿cómo te va?

José era tímido, apocado, un hombre bonachón, al encontrarse desubicado no supo que decir.

Como no era el momento ni tampoco teníamos mucho tiempo, lo emplazamos a que nos hiciera una visita para ponernos al día de todo lo acontecido.

Pasaron varias semanas, un sábado en el desayuno, Juan, mi marido me cuenta que por la noche vendría José a cenar.

Al principio no lo veía como buena idea, pues pensé que se iban a pasar toda la noche contando sus batallitas y para colmo el pobre José hablaría de su separación, cosa poco agradable.

Al caer la noche, tenía preparado en la mesa pequeña delante del sofá un tapeito, llegó José, nos sentamos los tres, Juan sirvió unas cervecitas y allí delante de la tele, donde ponían un programa de entretenimiento.

Al poco rato, José contó como su vida de casado se fue desgastando con los años.

Después de la cena, mi marido puso unas copas, apagó la tele y puso música.

- Ya está bien de hablar de problemas, vamos a cambiar de tema que hay que animar al invitado.

La conversación dio un giro de 180 grados, empezamos a criticar a los amigos comunes con sus historias y las movidas que tuvieron con sus parejas.

José cambió el semblante, se le veía más risueño, después de dos copitas se soltó, incluso hacia bromas que nos hizo pasar un buen rato.

Luego que José regresara a su casa, mi marido echó una última copa y empezó a tontear conmigo, besos, manoseos hasta que terminó por quitarme la blusa, cuando vio que no llevaba sujetador, comentó:

- Ahora se porqué José se fijaba tanto en tu escote.

- No digas tonterías, el pobre está pensando en sus problemas, además sabes que en casa no suelo usar sujetador.

- Siempre me habló bien de ti, es lógico que después de tanto tiempo sin relaciones se fije en estas preciosas tetas.

Me tumbó en el sofá, me manoseó los pechos, luego bajó la cabeza hasta debajo de la falda, olisqueó por encima de las bragas, que luego quitó e hizo una comida de coño como no recordaba.

Luego me dio la vuelta poniéndome a cuatro, después de unos buenos cachetazos, enfiló su pene a mi coñito, de un sólo golpe la metió hasta el fondo, se sentía muy bien, hacía tiempo que no tenía una follada tan buena.

Algo había cambiado, no sé si fue el alcohol, o el morbo que le produjo que otro hombre estuviera sentado junto a mí, con los roces y las miraditas inevitables, al parecer que otro apreciara mi cuerpo le hizo valorar lo que tiene y follamos como cuando éramos novios, con una pasión desbordada.

El caso es que mi marido tenía claro que deseaba volver a invitar a José de nuevo a compartir unas copas con nosotros.

Días después mi marido me contó durante un almuerzo, por todo lo que había pasado su amigo José. Él le contó en confianza que, tras el abandono por parte de su mujer, entró en una depresión muy grande, tuvo que dejar de trabajar, se vio incapaz de seguir con su vida, lo que lo llevó a plantearse si merecía la pena seguir. Incluso contó que preparó un tarro de pastillas, pero algo lo retuvo. Tras su marcha, su mujer dejó en la casa un perrito que adquirieron en común, después de que el perro lo mirara fijamente a los ojos a modo de una señal, supo que no sería capaz de dejarlo a su suerte.

De ahí el interés que puso mi marido en que ayudáramos a José para que saliera de ese bache.

No recuerdo si fue la siguiente semana, pero ya se hizo habitual que casi todas las noches de los sábados tuviéramos un rato los tres para charlar, tomar unas copas y reírnos un rato.

Con el paso de las semanas llegó la confianza a la hora de hablar de cualquier tema, de la misma manera que el ambiente era más desinhibido y parecía que a mi marido le gustaba que me tomara libertades con José. Al parecer ver animado a su amigo le hacía feliz, a la par que sentía cierto morbo que fuera deseada por otro hombre.

Pasé de estar el primer día, muy arreglada, con falda corta, blusa y tacones a ponerme ropa de estar por casa e incluso llegado el verano, ya estaba con un pantalón corto de pijama y una camiseta de tirantes donde se marcaban los pezones, que con las miradas de cuatro ojos se ponían muy duritos.

En una de esas noches fui a echarme una copita y sólo quedaba el fondo de la botella, al soltarla en la mesa se me resbaló y quedó tumbada, mi marido la giró a modo de ruleta, dijo al que le toque tiene que hacer una prueba, le tocó a él, le dije, ahora te toca bajar a por otra botella, José y yo nos echamos a reír, cuando Juan se fue José me miró fijamente a los ojos aún conteniendo la risa por la ocurrencia de mi marido. Luego lo noté nervioso, le cogí de las manos y le dije, me alegro mucho que estés contento.

Sin palabras, visiblemente emocionado asintió con la cabeza, no sabía que hacer, se le notaba con lágrimas, acerqué mis labios a los suyos y le planté un beso, me separé y luego fue él quien me besó, ahora no fue un piquito, fue un lindo masaje de labios con la punta de su lengua recorriendo todo el contorno de mi boca.

Mi marido regresó con la botella cuando aún estábamos cogidos de las manos, sorprendido pero sonriente dijo:

- ¿Que me he perdido?

- Nada amor, estábamos hablando.

Echamos una copita y mi marido volvió a girar la botella, el gollete me apuntó a mí, entonces mi marido propuso que tenía que cumplir una prueba, no entendí nada, pero dije, ¿de qué se trata?

Se quedó pensando y soltó:

- O nos da un beso a cada uno, o tienes que entregar una prenda.

Ingenua pregunté:

- ¿Un beso en el cachete?

No, dijo Juan, en la boca.

Sin pensarlo dos veces, me acerqué a mi marido y le planté un beso en la boca, luego me giré a José, le cogí la cara con ambas manos, le besé apretando nuestros labios

La botella siguió girando, le tocó perder a José, enseguida dije ahora vosotros dos besaros en la boca, mi marido puso una cara extraña, optó por pagar una prenda, ambos se quitaron la camiseta y sus torsos desnudos lucían a mi vista.

Después de varias vueltas de la botella y unas cuantas rondas de chupitos, llegamos a empatar en cuánto a prendas que nos quedaba por perder.

Ellos tan sólo con unos calzoncillos y yo en bragas, acababa de perder la camiseta de tirantes, salieron mis turgentes pechos ante la mirada atónita de Juan, eso de que otro hombre pudiera ver mis tetas lo puso muy cachondo, aunque fuera su amigo de confianza.

José sentado junto a mí no se atrevió a mirarme fijamente, pero Juan insistió llamando su atención.

¿Viste José, que tetas tiene mi mujer?

Hizo un movimiento de ojos hacia donde estaba yo, sin apenas mover el cuello y dijo muy bonitas, pero deberíamos dejar el juego por hoy, a lo que mi marido se negó diciendo que teníamos que llegar hasta el final.

La botella repartió la suerte y de nuevo perdieron ellos, sin pensar me puse de pie eufórica exigiendo mi premio.

- ¡Venga!, fuera los calzoncillos que quiero ver esas pollas.

A mi marido le faltó tiempo, enseguida sacó el bóxer por los pies, un miembro de tamaño medio pero muy erecto se presentó en la mesa de juego. José se quedó pensativo, dudando, nos quedamos mirándole, poco a poco fue bajando sus calzones, apareció su polla semi erecta que era un poco más grande que la de Juan.

Ya no había marcha atrás por muchas vueltas que le dimos a la botella, era el turno que perdiera las bragas, antes de que mis pulgares presionaran el elástico para ayudar a mi inevitable desnudez, mi marido me hizo un gesto para que no lo hiciera, no entendí nada, pensé que le ponía mucho exhibirme ante su amigo.

Me paró en seco y dijo:

- Te tienes que poner en el centro del salón y hacernos un striptease.

Me puse de pie a espaldas de ellos, tarareando la famosa canción de nueve semanas y media, con las dos manos fui bajando poco a poco las bragas hasta dejarlas caer en el suelo, al agacharme para recogerlas dejé el trasero a la altura de sus ojos que se clavaron en mi culo.

Luego me di la vuelta poniendo los brazos por detrás de la cabeza y así realzar mis pechos para que lucieran más levantados, junto a mi rajita recién depilada que se veía muy bien expuesta, aunque con temor a que empezara a chorrear.

Cuando fui a pasar entre el sofá y la mesa donde estaba sentado José, tropecé con sus pies, me quedé sentada en su falda sintiendo su pene aplastado en mi culo, que igual no fue tan fortuito, sino que me apeteció en ese momento.

Todo esto a mi marido le puso muy cachondo, empezó a darle vueltas a la cabeza a ver de que manera seguir con el juego.

Me preguntó si sería capaz de adivinar de quién era cada pene sólo con el tacto, le contesté que estaba convencida que sabría diferenciarlos.

A esto se levantó, trajo un pañuelo oscuro y me vendó los ojos, se sentaron los dos juntos mientras permanecí de pie a espaldas de ellos, el juego era sentarme en su regazo para intentar adivinar quién era quién con tan sólo el roce de sus pollas sobre mi culote.

En el primero que me senté, claramente era mi marido, se volvieron a cambiar de sitio y de nuevo el tacto era la polla de Juan, después de otro cambio dudé un poco, restregué el culo de atrás hacia delante, pero evidentemente era la polla de José, es más larga, al moverme, el glande rozó mi coñito.

Extrañado mi marido dijo cómo era capaz de acertar siempre.

No lo dije, pero el miembro de mi marido lo noté muy duro al sentarme.

Luego me puso otra prueba, me colocó sentada en el sofá con las manos a la espalda atada con otro pañuelo y ellos de pie con sus penes a la altura de mi boca. Se fueron intercambiando de posición, ahora me tocaba adivinar que polla era de cada uno con tan sólo utilizar la boca.

La primera que se me acercó no estaba muy erecta, le pasé la lengua por el glande que estaba totalmente sacado, sentí bastante líquido preseminal que saboreé y no sabría distinguir de quién era, luego hice un incursión de todo el glande dentro de la boca repasando con la lengua alrededor intentando averiguar el contorno, aunque todas parecen iguales, me pareció muy rico, un poco distinto a lo que estaba acostumbrada, con el morbo añadido que pudiera ser la polla de José, me aventuré a decir que era el pene de José, mi marido contrariado exclamó:

- ¡Puñetera!, siempre acierta.

No contento con todo lo ocurrido, me llevó a una situación mucho más embarazosa, de rodillas a cuatro me colocó arriba del sofá, me quitó las ataduras de las manos, pero no la de los ojos, se puso detrás de mi, agarró la polla, fue repasando desde la rajita del culo hasta el coñito, de arriba a abajo una y otra vez, se sentía un amo poderoso, dominando la situación, preguntó con rabia:

- ¿De quién es está polla?

- Tuya cariño, respondí.

De nuevo preguntó más fuerte.

- ¿De quién es esta polla?

- La tuya, amor.

Luego llegó lo inesperado, de un golpe me la metió en la vagina, empezando a bombear con ímpetu, al principio me dolió, pero luego fue un placer inmenso, no llegué a comprender como me estaba follando delante de José. Por mucho que estuviera acostumbrada a sus penetraciones, me pareció muy diferente a otras veces, igual por el morbo de sentirme dominada, sin poder ver nada y sabiéndome observada.

Al poco rato, otra polla me rozó los labios, saqué la lengua para saborear el glande, sin previo aviso se fue introduciendo en mi boca hasta tocar la garganta, supuse que José estaba bastante cachondo con todo lo que estaba viendo, perdió la vergüenza, de una manera que no me esperaba empezó a follar mi boca, agarraba mi cabeza y metió la polla una y otra vez hasta producirme arcadas, aún así no quise parar ese momento tan excitante, era la primera vez que tenía dos pollas para mí.

Creo recordar que al segundo orgasmo mis contracciones apretaron el pene de Juan atrapándolo en el interior de mi vagina donde alojó toda su leche al no poder aguantar la presión.

Luego tocó el turno de José que instante antes de correrse sacó la polla de mi boca, soltando unos chorros de esperma que impactaron en mi cara, llenando de líquido blanco mis cachetes, nariz y boca, incluso la venda que tenía en los ojos se manchó de su esperma, entonces me quitaron la venda y cuál fue mi sorpresa que delante de mí estaba mi marido con su polla en la mano recién descargada, lo que me llevó a la conclusión que la follada tan rica me la había hecho José, me quedé en shock, nunca imaginé que mi marido lo incitara a penetrarme, ni que José accediera a su juego morboso, aunque la verdad estuvo genial.

Fue una gran noche de sexo a la que le siguieron unas cuantas más cada vez con más juegos y más morbosa donde José fue cogiendo confianza, se llevaba a la perfección con mi marido a la hora de utilizar mi cuerpo para sus placeres.

Llegó la noche de un sábado, estaba sola, tranquila en casa, preparando una cenita para mi y ponerme una peli en Netflix.

Sonó el telefonillo del portal, fui a mirar por la cámara, cuál fue mi sorpresa, era José, al vivir en un primer piso al momento sonó el timbre de la puerta , le abrí corriendo antes de dar que hablar a los vecinos pues mi marido estaba trabajando.

Buena sorpresa se llevó José, se quedó perplejo mirándome que sólo llevaba unas braguitas por atuendo, enseguida lo hice pasar y me puse un camisón.

Le comenté que Juan no estaba que podíamos quedar en otra ocasión, a lo que contestó que fue idea de mi marido que lo llamó para que me hiciera compañía, eso no lo esperaba, así que preparé la mesa con unas tapitas, cervezas y nos sentamos juntos a ver la tele.

Después de la cena, nos pusimos una copita y pasamos de la peli que no era muy interesante, preferimos quedarnos hablando de otras cosas. En un momento de la noche, sus ojos se desviaron al escote del camisón que se abrió un poco dejando ver un pecho, hice ademán de taparme, pero en ese momento su mano apartó la mía, abrió del todo el camisón para que salieran las tetas a la conversación.

- ¿Te gustan? Pregunté

- Son preciosas

- Pero ya las vistes varias veces.

- No me canso de verlas.

Una de sus manos se posó en un pecho, apretándolo suavemente tal pelota de goma, luego nos besamos. De los pechos, su mano bajó a mi entrepierna, con caricias por encima de las bragas.

La situación era muy morbosa, me puse muy cachonda, enseguida me noté mojada. Pensar que estaba con un hombre que no es mi marido y sin estar él delante, que no estoy segura si es infidelidad o no. Al fin y al cabo fue Juan el que me lanzó a los brazos de José, ya sea por morbo o por juego.

Pero ahora estábamos solos y José no iba a parar hasta conseguir tener relaciones.

El sofá se hizo incómodo, nos fuimos a mi dormitorio, nos desnudamos por completo y follamos en la cama de matrimonio.

Primero en la postura tradicional estuvimos un buen rato, hasta que alcancé mi primer orgasmo, luego me puso a cuatro, me penetró con ímpetu hasta que llegó el segundo orgasmo, los espasmos de mi pelvis le apretaron su miembro, lo que provocó la descarga de todo su semen en mi interior.

Estando todavía dentro de mi, alcanzó el móvil y disparó unas cuantas fotos sobre el espejo del armario donde se reflejaban nuestros cuerpos bien pegados.

Cuando pregunté asombrada porqué tomó esas fotos, me dijo que mi marido le pidió que se las mandara.

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